Vivir un
acontecimiento traumático es una de las situaciones más duras a las que puede
enfrentarse una persona. El suceso traumático implica, en determinada
ocasiones, iniciar un proceso de victimización. A pesar de ello, esta
experiencia supone también una oportunidad para construir nuevos sistemas de
valores y reestructurar la forma de percibir el entorno. Esto nos inclina a pensar que un porcentaje importante de personas que han
sufrido una afectación traumática, pueden dotar a su vida de un nuevo
significado. Trabajar en atención a las víctimas es trabajar con los
efectos del trauma, y comporta interrogarse, frecuentemente, tanto por la
vulnerabilidad como por la capacidad de resistencia del ser humano.
Todo trauma implica
fractura, "los sucesos traumáticos destrozan los sistemas de protección
normales que dan a las personas una sensación de control, de conexión y de
significado" (Herman, 2004; p. 63). El estrés es una respuesta adaptativa a la
situación que lo provoca; pero la excepcionalidad de los hechos traumáticos está
vinculada a lo que comportan: un cambio en el orden normal de la vida de quien
los padece que, con frecuencia, presupone iniciar un proceso de victimización. A pesar de los cambios operados sobre la
consideración e imagen de las víctimas, gracias a las investigaciones y
avances de la victimología y otras
disciplinas, el estudio del trauma psicológico debe estar constantemente en
lucha con la tendencia a desacreditar a la víctima o a hacerla invisible
(Herman, 2004). Por ello es frecuente que debamos preguntarnos por cómo la
víctima de un hecho traumático construye su identidad en torno a su propia victimidad
(Correa y Fernández 2016). El trauma se torna
en el nuevo organizador de esa
identidad.
La narración de los hechos es una vía para poder ordenar y
comprender, por eso consideramos básico que estas personas puedan tejer sus
historias, explicárselas a sí mismas y a los demás. Las verbalizaciones pueden ser motor de cambio,
como nos señala el modelo de Edith
Grotberg (1995) sobre resiliencia. La víctima debe poder tener un proceder
dinámico para conseguir sobrevivir, primero, e iniciar el camino a la
recuperación, después. Ese proceder se consigue no solo por atributos
intrínsecos de fortaleza y lucha, sino a través de la dimensión psicosocial
(Fornós, 2017)
Para
comprender mejor la difícil gestión del trauma, a la supuesta vulnerabilidad
debemos sumarle las reacciones sociales secundariamente victimizadoras
(Herrera, 2009); la cual puede llevar, en muchos casos, a causar sentimientos de impotencia y soledad
en quienes la padecen. Estas circunstancias tiene como consecuencia inducir a
las víctimas a la indefensión aprendida como respuesta psicoemocional frente al
estrés.
Desde
nuestra experiencia profesional en la práctica clínica y psicoterapéutica,
hemos visto la dificultad de muchas personas agredidas para protegerse de la
agresión. Pero también hemos comprendido que las personas tienen capacidades y
recursos para sobreponerse a situaciones terribles. Quizás deberíamos empezar a
considerar a la víctima desde otra perspectiva, y contribuir con nuestras
investigaciones a que no reciban un mensaje que dificulte su propia capacidad
de superación post-traumática. Si los profesionales de la atención a las
víctimas tenemos que hacer algo, ha de ser en pos de ayudar a las personas que
han sufrido alguna situación traumática, para que recuperen la confianza en sus
recursos.
La
psicoterapia debe ser de ayuda en el proceso de desvictimización.
Este
consiste en lograr que una víctima vuelva a recuperar el control sobre su
propia vida y se sienta capaz de reconstruir y tejer su propio destino, lejos
de todas las creencias negativas que se dan a lo largo del proceso de
victimización.
La
psicoterapia debe contribuir siempre a fomentar aspectos reparadores en las
víctimas. El fomento de la resiliencia se plantea como una opción válida para crecer desde la adversidad.
La resiliencia posibilita actuar sobre
aspectos productores de vulnerabilidad.
Más
que una suma de factores de protección sería su combinación la que desencadena
el proceso resiliente.
Acompañar
a las víctimas en su proceso de recuperación implica contribuir a esa
posibilidad de fomentar una actitud resiliente.
¿CUANDO
PUEDE CRONIFICARSE ESTA SITUACION?
Mientras coexistan algunos de estos factores:
1.
Falta de comprensión por parte de la persona afectada de la naturaleza de su
problema.
2.
Aceptación del rol de víctima.
3.
Victimización secundaria.
4.
Desconfianza de la posibilidad de compartirlo con otros y buscar apoyo en
ellos.
5.
Indefensión para afrontar y detener la situación.
6.
Complicidad con otros actores sociales que niegan la existencia del problema.
7.
La ignorancia social (del entorno) sobre las consecuencias de la exposición a
un trauma
Bibliografia:
Correa,
M.; Fernández, B. (2016) La construcción
del mito de la víctima aceptable. The construction of the acceptable victim
mythos. Revista de Victimología 4,
31-49 Barcelona: Huygens Editorial.
Herman,
J (2004) Trauma y recuperación. Cómo
superar las consecuencias de la violencia. Madrid: Espasa-Calpe
Fornós, M. (2017) Atención
a la víctima y fomento de la resiliencia a través del trabajo en grupo. Tesina
Máster Criminología. Universidad Internacional de Valencia.
© Montserrat Fornós (Barcelona, 2017)
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