sábado, 12 de noviembre de 2022

MEJORAR ES UN ACTO DE AMOR

 


La resiliencia surge de la interacción de las personas con el entorno en que viven. La llevamos a cabo a partir de desplegar nuestras estrategias adaptativas frente a las adversidades que nos plantea la vida. Construir a pesar del desastre, crecer frente la adversidad, sobreponernos a circunstancias que - en otro momento -.podrían ser devastadoras, forma parte de la actitud resiliente. 

Ser resilientes en determinados momentos de la vida, no nos convierte en resilientes per se; no es una cualidad que quede fijada en nosotros, sino que nos habla de que tuvimos esa habilidad en una circunstancia de nuestra vida, y nos confronta a la necesidad de seguir trabajando, creciendo, aprendiendo, y escuchando lo que sucede a nuestro alrededor y cómo reaccionamos frente a ello. Nunca como un factor de tensión y estrés, sino como la capacidad para aprender a vivir desde un lugar más sano. La necesidad de crecimiento personal, debería estar presente en cada uno de nosotros como ejercicio de salud psico-emocional.

No hay recetas para ese crecimiento. Cada cual lo lleva a cabo según la necesidad y el momento, pero la actitud resiliente nos acerca a aprender a controlar nuestros impulsos; a gestionar nuestras emociones frente a los conflictos de una forma más adecuada, mejorando, por tanto, la resolución de los mismos; a vernos con una mirada más amable y más centrada en renovar nuestra estima; a empatizar desde un lugar más honesto con el entorno y a escuchar a los otros desde sus necesidades, no desde la proyección de las nuestras. Avanzar y desarrollarnos como personas, es el primer gran aprendizaje desde la resiliencia. 

Montse Fornós

Noviembre 2022