La resiliencia surge de la interacción de las personas con el
entorno en que viven. La llevamos a cabo a partir de desplegar nuestras
estrategias adaptativas frente a las adversidades que nos plantea la vida.
Construir a pesar del desastre, crecer frente la adversidad, sobreponernos a
circunstancias que - en otro momento -.podrían ser devastadoras, forma parte de
la actitud resiliente.
Ser resilientes en determinados momentos de la vida, no nos
convierte en resilientes per se; no es una cualidad que quede
fijada en nosotros, sino que nos habla de que tuvimos esa habilidad en una
circunstancia de nuestra vida, y nos confronta a la necesidad de seguir
trabajando, creciendo, aprendiendo, y escuchando lo que sucede a nuestro
alrededor y cómo reaccionamos frente a ello. Nunca como un factor de tensión y
estrés, sino como la capacidad para aprender a vivir desde un lugar más
sano. La necesidad de crecimiento personal, debería estar presente en cada
uno de nosotros como ejercicio de salud psico-emocional.
No hay recetas para ese crecimiento. Cada cual lo lleva a cabo
según la necesidad y el momento, pero la actitud resiliente nos acerca a
aprender a controlar nuestros impulsos; a gestionar nuestras emociones frente a
los conflictos de una forma más adecuada, mejorando, por tanto, la resolución de
los mismos; a vernos con una mirada más amable y más centrada en renovar nuestra estima; a empatizar desde un lugar más honesto con el entorno y a
escuchar a los otros desde sus necesidades, no desde la proyección de las
nuestras. Avanzar y desarrollarnos como personas, es el primer
gran aprendizaje desde la resiliencia.
Montse Fornós
Noviembre 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario